Una vez se da a luz claramente se produce un desdoblamiento en el cuerpo y las sensaciones de la nueva madre-mujer, que también acaba de nacer. Claro está, durante el embarazo todo este proceso se está gestando, pero al parir, no solo nace un bebé, también nace el cuerpo de una madre.
Hasta ese momento, la mujer dispone de su cuerpo a voluntad. Puede usarlo para sus propias necesidades personales, en la forma y tiempo que desee. Puede ponerlo en acción y en reposo cuando quiera. Es un cuerpo que puede pasar del movimiento al descanso con libertad. Normalmente, es un cuerpo que se encuentra en calma relativa, y que activa la alerta si la circunstancia lo requiere. El cuerpo de mujer tiene la capacidad de acoger lo que quiere y de rechazar lo que no quiere, no responde ante nadie más que ante ella misma (si omitimos todos los condicionantes sociales). Es un cuerpo “libre”.
En cambio, el cuerpo de madre, es un cuerpo condicionado, dependiente de su bebé. El cuerpo de madre está al servicio del otro, disponible todo el tiempo a las necesidades de su pequeño cachorro humano. No hay tiempos establecidos, es un cuerpo a demanda, y cuando surge la necesidad, ahí está, al servicio, entregado completa e irremediablemente. Porque, aunque una madre no quiera hacer caso a la demanda de su bebé, a nivel biológico su cerebro está enfocado en ello y no permitirá vivir otra cosa de manera completa y libre.
El cuerpo de madre vive en una constante alerta relajada, ya no existe esa desconexión total que se podía tener cuando solo se tenía el cuerpo de mujer. El cuerpo de madre es capaz de combinar la disponibilidad con el cansancio, puede estar muy cansada pero igualmente estará disponible. Es un cuerpo que acoge y acoge.
La madre-mujer vive sumergida en esta paradoja ambivalente en su vida cotidiana. Donde, cuando alguien puede sustituirla en el cuidado, vuelve a sentirse ella misma, la mujer, en detalles tan sencillos como leer, dormir una siesta, darse una ducha o tener una conversación con adultos. Con el tiempo, entra y sale de sus cuerpos con absoluta facilidad e integración de ambas “personalidades físicas”.
La madre-mujer ser refiere a una madre biológica, pero también al padre biológico, a una madre o padre no biológicos, una abuela, una tía, se refiere a la cuidadora o cuidador principal de un cachorro. Todos ellos, cualquiera, si están plenamente dentro de la esfera del cuidado de la supervivencia de un bebé, viven esta experiencia de alguna forma.
La naturaleza nos dota de una potencialidad y capacidad de transformación maravillosas y nos permite llevar nuestro ser a múltiples niveles de desarrollo y comprensión.