El miedo es un estado compuesto por una gama de sensaciones, comportamientos y significados. Desde un punto de vista evolutivo, es una herramienta funcional, que sirve a miles de especies de alerta frente a los peligros. Nos protege de depredadores, de alimentos que nos pueden hacer daño, de situaciones no seguras o potencialmente peligrosas. El miedo es y ha sido, una estrategia de supervivencia que nos ha acompañado y nos acompaña a lo largo vida.
Todas las personas sentimos miedo, diferentes tipos de miedo; a perder algo o a alguien, al fracaso, a sufrir o a sentir dolor, a no ser queridos, a ser rechazados, a no valer, a no servir, a morir… Todos estos miedos son naturales y propios de nuestro entorno sociocultural. La ausencia de miedo, no es una posibilidad.
Atravesar el miedo, poder afrontar lo que nos asusta sintiéndonos acompañados por nosotros mismos es lo que caracteriza al valor, no la falta de miedo, sino la capacidad de seguir adelante a pesar de sentirnos asustados.
Dentro de todos los miedos que una persona puede sentir, hay diferentes grados y matices. Es aquí donde está la clave en la gestión de esta emoción tan potente. Conocer su intensidad, saber cómo afecta a mi cuerpo, a mis reacciones y los significados con los que está asociado, son el camino para poder navegarlo. Podemos sentir un miedo con el que es fácil convivir, que me permite continuar a pesar de sentir físicamente la alerta que esta emoción genera, incluso, puedo sentir que me impulsa hacia delante. Puedo experimentar que me moviliza, que no me paraliza, ni bloquea mi capacidad de elección y de acción. O, por el contrario, puedo experimentar la congelación de mi cuerpo, sentir la parálisis de mis impulsos, sentirme completamente bloqueado y abrumado por la experiencia. Puedo sentir que no puedo moverme, que no puedo pensar, que estoy expuesto sin control, ni protección a lo que me asusta. Como un proceso, podemos movernos entre un extremo y otro, y sus lugares intermedios, dependerá de lo que nos da miedo, de nuestro contexto, de nuestras experiencias pasadas y de nuestra capacidad de afrontamiento frente a esa situación concreta en el momento presente.
Con el trabajo interno, emocional, somático y cognitivo, podemos conocer en profundidad cómo funcionamos y aprender a manejarnos con el paquete de habilidades que en este momento está disponible para nosotros. Y con el tiempo, y el proceso de autoconocimiento, ampliamos nuestra flexibilidad y nuestras herramientas, que nos permiten una mayor tolerancia y gestión de lo que nos asusta. Para ello, necesitamos entrar en el miedo. Y este, es el primer paso de valor que es preciso dar.